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martes, 30 de abril de 2013

EL BUCLE HISPÁNICO

Estimado Santiago:

Habrá que explicarle a los lectores que no son españoles que esta fotografía no es ningún testimonio gráfico de la ejecución pública de un reo;  tampoco es un escrache delante del domicilio de un médico abortista ni una manifa de la Conferencia Episcopal pidiendo que se erradique el matrimonio entre personas del mismo sexo que se quieren.
Aclaremos ante todo que la imagen refleja uno de esos momentos importantes de la Semana Santa de Cartagena, localidad en la que ambos vivimos, gozamos, sentimos y sufrimos y a la que, por lo tanto, queremos.
Dicho esto, lo que cualquiera se preguntará con toda lógica y razón es la fecha en la que fue tomada la fotografía.  Aquí viene lo interesante de tu trabajo. Si afirmásemos que es una imagen de archivo de 1947 nadie lo pondría en duda. De hecho lo más posible es que más de uno se quedase boquiabierto si le contásemos la verdad: que la foto fue tomada en marzo del año 2013. ¡Tal es la magia de la vida que se recrea a sí misma y sin pudor en un eterno bucle!
El bucle hispánico es la capacidad que tiene nuestra nación de construir líneas de alta velocidad y llenar los tejados de antenas parabólicas y, a la vez, sacar de dentro su carpetovetonismo secular y quedarse tan pancha.  No estoy criticando la imagen ni a sus protagonistas, Dios me libre -máxime si Dios está de su parte, que no lo sé aunque lo dudo, porque son mayoría y van armados de crucifijos-. Lo que vengo a decir es que la dualidad patria nos ofrece escenas de lo más pintorescas en nuestras cotidianas vidas; momentos de ayer, pero hoy.
Recordémosle al público que nos vee-lee que España es una nación moderna que no se pierde nada: la crisis, los recortes, los escraches, la corrupción política, la telebasura, el rechazo a la cultura... Pero al mismo tiempo es la nación donde se ahorcan galgos, se torturan astados en directo o en péiper viú  (pay per view, para los puristas) o se alancean en el campo, lejos de los periodistas y cerca de los gozosos vecinos del pueblo que adoran su tradición.  Y hacemos otras cosas igualmente elevadas: hasta hace nada tirábamos cabras desde los campanarios, manteábamos enanos, mostrábamos un negro disecado en un museo de Cataluña, amábamos al Invicto Caudillo del que luego renegaríamos e incluso nos comprábamos los pisos y los trajes firmando letras. Afortunadamente algunas de estas cosas se han corregido, pero por desgracia otras volverán. Es cuestión de tiempo: el bucle hispánico lo llamo yo.
Puede que más de uno se lleve las manos a la cabeza, pero al paso que vamos no creo que tardemos mucho en ver por las calles símbolos desconcertantes, consecuencia de la frustración social, ni tampoco que se ponga de moda lucirlos. La historia de España es la historia del eterno regreso, como si fuésemos protagonistas de una Odisea perpetua que no nos lleva a ninguna parte. Nuestros políticos de hoy son descendientes de los de ayer, nuestra sociedad es de castas (que no de casta) y nuestro sinvivir es el mismo de hace un siglo, dos, tres, todos...
Por de pronto ya estamos emigrando de nuevo. No me extrañaría que a alguien le diese el punto de construir carabelas futuristas para echarse a la mar a ver qué nuevo continente se encuentra.


FOTOGRAFÍA: Santiago Andreu
(en esta sección, Santiago Andreu -fotógrafo- y Francisco Gijón establecen una correspondencia artística en la que fotografías y textos se contestan creando un diálogo contractual de impresiones plásticas)

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