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miércoles, 3 de abril de 2013

EL CEMENTERIO, LA MUERTE Y LA VIDA

Me replicas, querido amigo, con una foto de camposanto.  Reflexiono sobre la crudeza de la vida y de la muerte.  A estas alturas estoy seguro de que no tengo alma y, con el paso del tiempo, dudo mucho de que siga teniendo cuerpo.  No me estremece particularmente la muerte si es la propia.  Muchos se quejan del final y muy pocos protestan por el principio.  La vida no sé a quién se la debemos aparte de a nuestros padres; desconozco si es un don o qué es en realidad.  Y dudo mucho de que exista un cielo, como también tengo mi reparo a que pueda haber peor infierno que la vida, que no es otra cosa que un aplazamiento entre dos nadas absurdas y fútiles.  Acaso la vida no tenga peor condena ni mayor sufrimiento que ver padecer a los seres que uno quiere mientras la respira.  Lo demás son entelequias, al menos para mí.  Una vez muerto entiendo que eso se desvanece, porque pienso que cuando ya no esté seré exactamente lo mismo que antes de haber estado.
Si fuese cierto que hay un cielo para las almas, espero que el mío sea el de los perros, porque no he conocido en vida mayor lealtad, amor incondicional y cariño que el que ellos dan, por lo que supongo o presupongo que el suyo ha de ser un cielo lleno de dicha y satisfacciones.
Sin embargo me preocupa una cosa (me preocupa mucho).  Una cosa que no sé expresar, pero que otro expresó por mí con mejores palabras en un poema casi póstumo.
León Felipe lo dijo así:

¡Soy tan viejo,
Y se ha muerto tanta gente a la que yo he ofendido
y ya no puedo encontrarla para pedirle perdón!
Ya no puedo hacer otra cosa
que arrodillarme ante el primer mendigo
y besarle la mano.
Yo no he sido bueno...
quisiera haber sido mejor.
Estoy hecho de un barro
que no está bien cocido todavía.
¡Tenía que pedir perdón a tanta gente!
Pero todos se han muerto.
¿A quién le pido perdón ya?...
¿A ese mendigo?
¿No hay nadie más en España
en el mundo
a quien yo deba pedirle perdón?...
Voy perdiendo la memoria
y olvidando todas las palabras...
Ya no recuerdo bien...
Voy olvidando... olvidando... olvidando...

Las palabras se me van
como palomas de un palomar desahuciado y viejo
y sólo quiero que la última paloma,
la última palabra, pegadiza y terca,
que recuerde al morir sea éste: Perdón.

Sí, amigo mío, tal vez todos deberíamos pedir perdón al final por haber sido, algo, todo, mucho, poco o nada.
No sé...


FOTOGRAFÍA: Santiago Andreu
(en esta sección, Santiago Andreu -fotógrafo- y Francisco Gijón establecen una correspondencia artística en la que fotografías y textos se contestan creando un diálogo contractual de impresiones plásticas)

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