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miércoles, 24 de abril de 2013

LA FE DE UNO MISMO

Estimado Santiago:
Me contestas a la anterior con una imagen movida, vibrante y extraña de unas manolas procesionales que, sin querer ofender a nadie, forman una escena algo siniestra, inquietante y que a mí, al verla, me ha traído a la memoria la escena final de Encuentros en la Tercera Fase.  La Semana Santa y sus procesiones no dejan de ser, en su floklorismo, una suerte de Encuentros en la Tercera Fase con la fe, el recogimiento y el misterio máximo en el que ésta se basa: la Resurrección tras un martirio. Así es a veces la celebración de la fe en el Dios nacional: una cosa intermedia entre la divinidad y una película de Spielberg.
Pero yo a estas alturas todavía sé muy poco de catolicismo porque me pierdo con él, y te voy a explicar por qué.
Como aficionado a la historia se me ocurrió un día acercarme a ese misterio llamado "cristianismo" y el resultado no pudo ser más decepcionante para mí.  Te cuento: no se me ocurrió otra cosa que leerme los evangelios en su edición trilingüe de la Biblioteca de Autores Cristianos. No lo hiciera.
Para empezar yo ya sabía que no hay fuentes históricas no cristianas que mencionen al tal Jesús de Nazaret antes de las "Antigüedades Judías" de Flavio Josefo, obra publicada hacia el año 90 de nuestra Era.  Habida cuenta de que el tal Josefo era judío, tenemos que remitirnos a Plinio el Joven como el primer autor pagano que menciona al interfecto, también en torno al año 100.
El problema que se plantea todo historiador -y yo no me considero tal- es conocer hasta qué punto los Evangelios, únicos documentos disponibles, reflejan o no las enseñanzas y vida de Jesús.  Lo orígenes del cristianismo se vinculan en estos escritos con Pentecostés, momento en que los seguidores del Maestro pasaron del desencanto a la ilusión cimentada en la fe de la Resurrección (que no otra cosa les intersaba).
Los escritos de Pablo de Tarso son los más antiguos, contemporáneos de las primeras comunidades cristianas, aunque su transmisión fue oral y no escrita.  Quedaron reflejados por Lucas en los Hechos de los Apóstoles, redactados alrededor también del año 90. Parece claro que los dichos y hechos de Jesús se transmitieron oralmente, sólo controlados por el recuerdo de los que le habían conocido, siquiera de oídas.  Las tradiciones, sobre la Pasión tuvieron su origen en Jerusalén y la predicación entre los paganos obligó a recoger historias de los milagros de Jesús para usarlos de apología.  Debieron fijarse por escrito pequeñas formas preliterarias, como cantos, himnos, fórmulas de fe... Además se ha pensado que existieron colecciones de dichos sapienciales y un esbozo de un evangelio primitivo.  Luego vendrían los Evangelios propiamente dichos, escritos por la segunda generación de cristianos para mejor difundir el dogma (de ahí que se llamen "Evangelio SEGÚN San Mateo, Marcos, Lucas o Juan").
Volviendo al Evangelio Trilingüe de la B.A.C. encontré, entre otros muchos, ciertos matices de la escena del llamado "Descendimiento"cuando José de Arimatea establece una diferencia entre "cuerpo vivo" y "cuerpo muerto".  Me pareció interesante ese párrafo así como otros referidos a la presunta muerte en la cruz.  Especialmente la expresión "paredóken to pneuma" no es "entregar el espíritu", sino "desvanecerse" (Jn, 19,30), y en latin "expirauit" también quiere decir "desvanecerse" y no "morir" (Lc 23,44; Mc 15, 37).  En Mateo encontramos la expresión "emissit spiritum", que es algo así como perder el conocimiento y que la tradición secular ha convertido en sinónimo de "morir".
Otro pasaje interesante es el de la mujer hemorroisa que encontramos en Marcos 5, 34, donde Jesús dice en el texto latino: "Filia, FIDES tua te salvam fecit", lo cual se tradce por "tu fe te ha salvado", mientras qu "salvam" en latín quiere decir "curarse de una enfermedad" o "reponerse" pero no "salvarse" en el sentido cristiano-literal que nos han querido inculcar. Parece evidente (al menos para mí lo es) que en este pasaje lo que Jesús le dice a la mujer es que se ha curado porque sencillamente estaba persuadida de que tocaba a un hombre santo, pero que él admitía en realidad que no había intercedido por ella para su sanación.
Si a todo esto le añadimos que todavía estoy buscando en los Santos Evangelios la escena de la lanzada en la que aparece el nombre de un tal Longino, es que me vuelvo loco y no sé dónde está el mensaje, dónde el invento y dónde la ficción.
Lo que te quiero decir, querido amigo, es que no me extraña que cuando le hagas una foto a la religión patria, su imagen te pueda salir borrosa, movida y misteriosa, porque lo que nos cuentan los curas no hay quien lo entienda. Por lo menos yo, en mi ignorancia, no lo alcanzo a entender a ciencia cierta.


FOTOGRAFÍA: Santiago Andreu
(en esta sección, Santiago Andreu -fotógrafo- y Francisco Gijón establecen una correspondencia artística en la que fotografías y textos se contestan creando un diálogo contractual de impresiones plásticas)


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