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jueves, 24 de octubre de 2013

REFLEXIONES EN EL DÍA MUNDIAL DE LAS BIBLIOTECAS



He tenido estos días la suerte de escuchar diversas opiniones sobre la utilidad y necesidad o no de las bibliotecas públicas, y creo que el tema merece unas cuantas reflexiones.
He oído que las bibliotecas públicas son necesarias. Estoy de acuerdo.  He oído que precisan dinero y apoyo del Estado. También lo estoy. Pero he oído muchas otras cosas que me desconciertan, principalmente referidas a los objetivos auténticos de una biblioteca pública o a eso que, dado en llamar "externalización" se quiere significar como "privatización" aunque no lo sea.
La primera conclusión a la que llega uno es que la gente no tiene claro el auténtico significado de la palabra "público" y ya eso es preocupante.  También compruebo, puedo estar equivocado, que se estigmatiza sistemáticamente lo privado como algo peligroso y contrario a la sociedad misma. Mala cosa en un mundo tan capitalista como el que nos gusta tanto a todos.
Empezando por el final, hemos de reconocer que hoy por hoy el Estado que nos protege o nos maltrata, según se levante el Sanedrín de nuestros ministros cada viernes, depende del dinero privado que le llega por transfusión directa e indirecta en forma de impuestos.  Los impuestos que pagan los que dependen de lo público, siendo similares no son los mismos porque cumplen un ciclo de retorno que no tiene el dinero devengado por la producción y venta de bienes a terceros (lo siento, pero yo lo veo así y me cuesta encontrar argumentos que me hagan verlo de otra forma, ¡ojalá!).  Dicho de otro modo: si absolutamente todo fuese público, ochenta años de comunismo nos han enseñado que el país se iría a la mierda y que las injusticias sociales serían absolutamente aberrantes y sin futuro de enmienda.  Lo que pasa es que como hemos sustituido aquellos grandes discursos por las actuales consignas ortopédicas a veces hablamos de las cosas sin pensar demasiado en ellas, aferrándonos más a nuestras ideas personales que al sentido práctico de las cosas.
¿Qué es lo público?  ¿Lo que pagamos todos con nuestros impuestos?  De acuerdo.  Establezcamos prioridades entonces pero no estigmaticemos lo privado, porque resulta que nada habría público sin los impuestos de lo privado.  Ya está bien de mezclar la innegable utilidad pública de determinados servicios imprescindibles en un Estado con la necesidad hipertrófica que sienten algunos que ni siquiera se paran a pensar cuánto cuesta en realidad lo que disfrutan y no pagan (el dinero que tenemos todos hoy en el bolsillo procede, lo siento, de los beneficios de empresas privadas que han producido riqueza material que se ha vendido fuera de nuestras fronteras. ¡Tachán! ¡Bienvenidos al mundo real!  No digo que sea bueno; mantengo que no hay alternativa conocida a eso desde la I Dinastía de Egipto). 
Entiendo y defiendo una sanidad y una enseñanza públicas y universales como las que nos legaron la II República y  el franquismo. Estoy radicalmente en contra de la presunta privatización que se pretende llevar a cabo en España: privatizar servicios pagando además a las empresas con dinero público.  Cuando se privatizaron el gas, la gasolina, la electricidad o la telefonía en España fue para recaudar y liberalizar (en teoría), pero no para sobrecargar las arcas públicas con gastos innecesarios.  Dicho esto, la palabra "externalización" es más ajustada a la realidad, según yo lo veo, que la palabra "privatización", y, sinceramente, me parece una chapuza y una mierda.
Pero yo no quiero hablar hoy de hospitales y de educación.  Insisto en opinar que son dos de las cosas más rentables que tenemos en este país (¿acaso no es rentable una ciudadanía que esté bien de salud o una población que tenga cierta cultura? Sólo así pueden crear bienes materiales que se vendan en el exterior por parte de empresas privadas cuyos impuestos repercutan de nuevo dentro del país).
Hablemos de libros.  ¿Por qué los gobiernos de los últimos 35 años se han empeñado sistemáticamente en que la gente no lea?  Pues porque no interesa.  ¿Cómo lo han hecho?  Disimulando, como siempre.  Ahora las bibliotecas tienen que ser espacios divertidos (los museos también, igual que las galletas Fontaneda o los cereales del pollo verde para que los niños desayunen antes de ir al cole -los que pueden- o la pasta que se cuece en menos minutos de lo normal), lugares atractivos con libros juguetones y cachondos y empleados resalaos que, amén de eficaces en lo suyo, nos cuenten chistes, nos organicen cosas culturales que no impliquen abrirle las tapas a un volumen y, si es posible, en el que podamos aparcar niños mientras leemos el Telva.  Los museos, cuantas menos piezas tengan y más paneles explicativos con dibujos guays mejor y, si es posible, justificando el coste con la firma de un arquitecto de renombre chachi piruli.  Lo siento: No. A una biblioteca se va a leer.
A leer en un ambiente sosegado y tranquilo.  A leer lo que uno no se puede permitir porque está fuera de su alcance económico o no encuentra con facilidad.  Y a estudiar, sí, cuando en casa es imposible por los mil y un motivos que hacen que muchos jóvenes no puedan a veces concentrarse en sus hogares.  A aprender, también, pero con un libro delante bien abierto.  ¿A leer la prensa? ¿A leer el Hola?  Bueno, vale, eso depende del criterio del gestor y de la imagen que quiera dar o de la demanda del público.  Ahí nada que objetar.  Cantidad y calidad no son cosas que a mí me preocupen porque no es asunto mío sino problema del público y sus aspiraciones.  Lo importante es que tenga oferta y criterio para gestionarla.
Ahora bien, ¿qué es una biblioteca pública?  La que está pagada con los impuestos de todos no. La Biblioteca es pública desde el momento en que nace como biblioteca.  Yo consumí en Torrevieja una biblioteca que era pública pero que pertenecía a una entidad bancaria.  No era un club.  No te pedían carnet de socio o ser cliente de la Caja para poder entrar.
Obligación de todo Estado es facilitar el máximo acceso a la cultura de sus ciudadanos.  Obligación de los ciudadanos es aprovechar adecuadamente lo que el Estado, con el dinero de todos y, en última instancia, con los impuestos procedentes de lo privado, se paga.  Repito: toda biblioteca es pública, excepto cuando tiene el cartel de "privada" porque está en la casa de un particular o en un lugar de acceso restringido, como el Vaticano.
¿Recuerdan los videoclubes?  Eran rentables.  Al principio muy pero que muy rentables.  ¿Qué ocurriría si una empresa de telefonía o unos grandes almacenes decidiesen inaugurar un libroclub al lado de su casa y le exigiesen ser cliente de su producto para poder entrar?  Absolutamente nada malo.  Supongamos que una famosa librería te deja leer los tres primeros capítulos de las novedades editoriales, supongamos que hay una biblioteca con miles de libros pero que todas las tapas, en lugar de ser las originales, tienen como portada el anuncio de un conocido refresco. ¿Y si nos cobran una pequeña cantidad por cada día que dispongamos del libro?  Eso sería una biblioteca privada. Buscaría -y seguramente encontraría- el modo de sacar rédito a la inversión, lo cual, por cierto, es legítimo y no pecaminoso ni mucho menos sucio y vergonzante, como nos venden algunos progres vestidos de parias que luego se desdicen por sus realidades.
En cuanto a las bibliotecas externalizadas, en principio demuestran que con el mismo presupuesto se puede gestionar más adecuadamente un espacio público (en principio, no en final porque es contradictorio y perverso, obviamente), porque pueden llegar a la conclusión de que se puede ahorrar en sueldos de personal, como los chiringuitos de la playa en verano que contratan menos camareros de los que necesitan y no se quedan sin clientes; pero también pueden ahorrar negociando con las editoriales los precios o donaciones de libros u organizando actos o eventos que les produzcan ganancias indirectas, ¡cómo no!, todo es echarle imaginación (si sabremos los autores independientes y asubvencionados lo que es echarle imaginación a las cosas y depender del público, de la demanda y de la perseverancia y el esfuerzo...).
Lo que quiero decir es que reivindico la biblioteca pública, subvencionada, patrocinada o privada (todas me valen con tal de que existan y no nos engañen con terminologías perversas y malinterpretadas, con consignas y con chorradas, como creo que ya he dejado claro); que la biblioteca pública (¿acaso deberíamos llamarla "social" en adelante?) me parece una de las patas más fundamentales de la libertad del individuo (paso de llamarlo "democracia", lo siento) y que también reivindico al usuario comprometido, consciente y cívico que sabe lo que es, lo que debe ser y lo que nunca debería ser una biblioteca siempre pública.
Termino: lo público-público, lo público de verdad de la buena, ha de estar siempre para cubrir el espacio no comercial de nuestras necesidades y derechos fundamentales, ya sean éstos una novela de 30 euros, la Santa Misa, los conciertos de música clásica del Teatro Real, el tratamiento de un cáncer o una enfermedad rara o estudiar los que no valgan para aprender un oficio.
¡Vivan los libros al alcance de todos, los pague quien los pague!