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lunes, 19 de enero de 2015

EL VIEJO Y EL MAR, de Ernest Hemingway

El viejo y el mar se publicó en 1952 en la revista Life antes de que apareciese en formato de libro y tuvo automáticamente millones de lectores.  El argumento se basaba en un hecho real que el escritor había ya narrado en su relato Sobre el agua azul, publicado en Squire en abril de 1936, donde ya estaban todos los elementos embrionarios de la novela que nos ocupa.
Un pescador se hace a la mar y captura un pez enorme, pero antes de poder llegar a la playa con su gigantesca presa, los tiburones la devoran y en tierra sólo puede mostrar a sus admirados compañeros una enorme espina desnuda.  La lucha del hombre y el pez, solos frente a frente, mar adentro, es una parábola casi bíblica del individualismo que extrae de su derrota ante las fuerzas de la naturaleza, del destino, la íntima convicción de que su esfuerzo denodado y su negativa a darse por vencido a pesar de todo, constituyen ya de por sí una victoria del género humano.
Mucho había en El viejo y el mar de las experiencias presenciadas por el autor en la Primera Guerra Mundial, la Guerra Civil Española y la Segunda Guerra Mundial.  Si un hombre hace frente con valor a su destino y lo acepta con entereza, luchando hasta el límite de sus fuerzas, nunca podrá considerarse derrotado.  Porque el hombre no está hecho para la derrota; un hombre puede ser destruido, pero no derrotado.
La obra que, como digo es esencialmente un hecho real y verosímil, se basa en la historia de un viejo pescador que captura una gigantesca presa con la que tiene que sostener una lucha titánica ante los tiburones que pretenden devorarla. La gran pugna con el pez y el océano descubre al pescador una extraña amistad, una fraternidad con el animal que combate.  Al enemigo que se mata en una lucha que nos afirma, que nos hace crecer a nosotros mismos, no se le odia, sino que se le ama como algo íntimamente ligado al matador en un ritual sangriento que se apropia de una vida ajena para aumentar la suya.  También había mucho en El viejo y el mar de la peculiar interpretación que su autor tenía de la tauromaquia. No en balde capta en su obra la esencia pura de un arte hoy denostado por salvaje pero que reivindica la natural relación entre el ser humano y el mundo animal, incluso entre aquellos antitaurinos que critican las corridas de toros pero nada dicen de la pesca del atún o de los canarios enjaulados o de los sufrientes animales de granja.
El éxito fulminante de El viejo y el mar explica que se firmara de inmediato un contrato para ser llevado a la gran pantalla, que en mayo de 1953 la novela ganara el Premio Pulitzer (del que el autor se había mofado llamándolo Pullover, como antes se había burlado del "IgNoble" que otorgaba la Academia Sueca). Sin embargo, la producción literaria de Ernest Hemingway no tardaron en llevarle al segundo tras obtener el primero.
Sin embargo este autor nacido en 1899 en Illinois, que acabaría su polémica vida en Idaho en 1961 suicidándose, permaneció de algún modo ajeno a los tejemanejes de los premios, los reconocimientos y la corrección política. Si bien aquí reseñamos la que ha sido considerada como su obra cumbre incluso por aquellos que poco o nada entienden de lo que su barbado autor quería transmitir a través de sus páginas, París era una fiesta, Las nieves del Kilimanjaro y, sobre todo, Por quién doblan las campanas conforman un corpus indispensable para entender el trasfondo que Hemingway y su pluma trabaron en torno a un proyecto narrativo de lectura imprescindible.  Las frases cortas, la brevedad, la concisión y el uso del estilo para abordar temas que por sutiles no podían ser ninguneados, decoran y encumbran a un autor imprescindible para comprender a esa mal denominada "generación perdida" (una generación no se pierde nunca) de autores que supieron reflejar, bien a través de la metáfora, bien a través de la plástica, el sentir de todo un grupo de intelectuales que fueron injustamente denostados por sus ideas políticas o sus vidas personales antes que tenidos en cuenta por sus méritos como narradores. La vida misma.