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martes, 8 de septiembre de 2015

EL FINAL DE LA CUENTA ATRÁS

Don Silverio solía decirnos en la EGB que no nos preocupásemos de sufrir una guerra devastadora porque los que manejan el mundo no tienen ningún interés en dejar de pegarse la vidorra que se pegan siempre, generación tras generación. Este axioma podía servir para cualquier niño de 10 años (los que yo tenía) porque en los libros de texto de esas edades (ni de ninguna) aparecía ni aparece el apellido Rotschild por ninguna parte.
El primer Rotschild que aparece por la puerta grande de la historia lo hace sobornando a un militar inglés en la batalla de Waterloo: puso a su disposición caballos, postas, dinero y un barco en el norte de Bélgica, así como toda suerte de medios para que llegase a Londres antes que el correo de Wellington para anunciar la falsa victoria de Bonaparte en el conflicto. Esa pequeña ventaja de apenas dos días le permitió al banquero aprovechar el desplome de la bolsa de Londres y acumular todas las acciones que pudo de las principales compañías cotizantes. Cuando se supo la verdad y Rotschild nadaba en libras esterlinas como el Tío Gilito, la triquiñuela cayó en el olvido merced a los sobornos y regalos que Rotschild se pudo permitir con el pelotazo que había pegado cuando las acciones se dispararon al conocerse que Napoleón había sido derrotado de una vez y para siempre. No descarta un servidor que las simpatías que luego se granjeó el vencido corso entre la sociedad inglesa en los últimos seis años de su vida (los del exilio en Santa Elena) no tuviesen algo que ver con las familias aristocráticas y burguesas que se habían sentido de algún modo estafadas con la jugada del especulador judío que en menos de 48 horas se había convertido en el bípedo más rico e influyente del Imperio Británico.
Fue tal el poderío de este señor que su inmersión directa en el mundo de la banca se perpetuó en el tiempo y sus descendientes siguieron acumulando más y más fortuna y poder institucional. De hecho, una nieta suya se casó con el Primer Ministro Británico, el marqués de Roseberry y ya desde ese instante los Rotschild estuvieron para siempre vinculados más o menos directamente con los distintos gabinetes que se sucedieron durante los siguientes 100 años. Ahora poseen uno de los fondos de inversión más escalofriantes del planeta. De hecho podrían ser dueños de la mitad de nuestras vidas sin que nos enterásemos nunca.
No es el de Rotschild el único ejemplo de manipulación de una batalla con fines lucrativos que conocemos y podemos ilustrar. Nada menos que Winston Churchill fue públicamente acusado en los mentideros políticos londinenses de falsificar informes sobre el desarrollo de la batalla de Jutlandia en 1916 para beneficiar con las fluctuaciones bursátiles a cierto lobby neoyorquino. Nunca se demostró, pero es un hecho que recibió extraños obsequios: un desconocido le regaló todos los muebles necesarios para decorar su mansión y otro, una mansión a juego con los muebles (si Churchill llega a nacer 70 años más tarde, en España le dan el Premio Planeta, pero se tuvo que conformar con el Premio Nobel de literatura).
El siglo XX y lo que llevamos del XXI está tan salpimentado de éstos y otros casos que más me valdría escribir un libro y cambiar luego de identidad para poder abandonar el continente sano y salvo, no tanto por el contenido en sí como por ponerlo todo junto.
Pero vengo reflexionando durante todo el verano acerca del incesante chorreo de noticias que nos han ido llegando, caudalosas como nunca, desde todos los manantíos de la información y que nosotros mismos malinterpretamos y hacemos virales con nuestra adición a esos telefonitos inteligentes que están llevándonos a no ver el bosque porque nos lo tapa el árbol (¡y qué árbol!). Y como no quiero implicarme en análisis, siempre farragosos y sesgados, me voy a limitar a exponer los datos y que sea cada cual el que llegue a sus conclusiones en libertad, si es que cree en ella.
Podríamos comenzar en cualquier fecha y país occidental, pero yo me decanto por Francia y el segundo semestre de 2014, cuando determinados objetos volantes no identificados (muy posiblemente drones) comenzaron a sobrevolar todas y cada una (se dice pronto: TODAS Y CADA UNA) de las centrales nucleares francesas, así como la base de submarinos nucleares que el país galo tiene en Bretaña. Aquí apenas nos impactaron estas noticias porque estábamos pendientes de Luis Bárcenas, el matrimonio Urdangarín y las consecuencias de la gran confesión patrimonial de Jordi Pujol.
Pero llega la Navidad, ya se nos ha pasado la paranoia del ébola hasta a los españoles (¿recordáis el ébola?) y con ella (con la Navidad) en distintas localidades francesas (también en París) diferentes células islamistas cometen unos inauditos atentados: arrollar al personal que está esperando en una parada de autobús o comprando artesanías en un mercadillo. Son como pequeñas matanzas de peatones que se repiten cada semana en distintos lugares hasta que cesan.
Y entonces llega el 7 de enero y atentan contra los caricaturistas del Charlie Hebdo: clamor en toda Europa y posiciones de lo más dispares (incluso católicos de derechas que al mismo tiempo que condenan la masacre... ¡cáspita! ¡la entienden!). Pero es que no fue el único atentado islamista con varias víctimas: hubo otro simultáneo en un supermercado judío y, al poco, una réplica en Australia (en Australia están pasando cosas y no nos las cuentan, por cierto). Tampoco recordamos ya a aquel joven que, machete en mano, se cargó a un tío en Inglaterra y luego saludó a la televisión en directo hasta que fue detenido. Cosas...
Lo del Charlie Hebdo fue muy interesante porque nos ofreció la foto que dio la vuelta al mundo: los líderes europeos y algunos no europeos danzando por las calles de París en una manifa pacifista, todos de la manita pepeluí. Primera idea inculcada: NECESIDAD DE ENFRENTARSE UNIDOS AL TERRORISMO.
Y así llegamos a unas elecciones europeas con un marcado tinte de euroescepticismo y el cuestionamiento por doquier (sobre todo en Doquier del Sur) de que hay que ir acabando ya con las restrictivas políticas de moderación y ajuste. Para ese momento en España, por ejemplo, nos hemos olvidado completamente de las crisis que estaban viviendo nuestros vecinos portugueses (que las pasaron putas, vaidegüey) o los irlandeses (que ya levantaban cabeza... o tal vez no) y si nos llegaba alguna Buena Nueva, ésta procedía de Islandia, un país defenestrado por la burbuja crediticia pero convertido en paradigma de muchas leyendas urbanas que obvian deliberadamente que tan sólo tiene poco más de 300.000 habitantes (menos que la ciudad de Murcia) y que todos hablan inglés magníficamente bien (será el clima, porque en España ni a tiros), amén de que para salir de la crisis escogieron un gobierno de derechas (se siente).
Termina la primavera y ocurre el milagro de Nepal. Durante 4 semanas, lo que tardan nuestros gobiernos en rescatar, vivos o muertos, a nuestros escaladores turísticos, no hablamos de otra cosa: "pobre gente!", "¡pobres niños!", "¡lástima de templos milenarios!" (gente y niños que ahora están pasando el invierno de los himalayas y de los que nadie nos cuenta nada -¿para qué? nosotros tampoco preguntamos).
Pero es que por las fechas del terremoto, ¡oh, dioses!, justo dos semanas antes, los Estados Unidos hacen público que van a perpetrar en su propio territorio las maniobras más importantes desde la Declaración de Independencia: LA OPERACIÓN YELMO DE JADE (buscadlo en Google y quedaos con el conspiranoico que más os guste; yo os he elegido el más sencillito que he encontrado). Estas maniobras, que van a implicar a un contingente nunca antes visto (se calculan unos 300.000 efectivos, la población de Islandia o de Murcia capital), pretenden replicar en territorio norteamericano un gran despliegue militar en Oriente Próximo durante... ¡¡¡60 días!!! (concretamente entre el 15 de julio y el 15 de septiembre). Hasta ahí puede parecer una cosa caprichosa, un despliegue de poderío ante las posibles amenazas de Corea del Norte, la tontuna chavista y el tole-tole del Estado Islámico. Bueno... pero ¿no resulta curioso que sea precisamente el día antes del comienzo de las maniobras, 14 de julio, cuando los Estados Unidos e Irán se pongan de acuerdo en el tema de no proliferación nuclear? Vamos, que de repente los ayatolás aceptan seguir colgando homosexuales de grúas, pero ya no van a batir uranio más allá de lo necesario para poder hacer radiografías en las plantas de pediatría de los hospitales. Lo normal.
A todo esto, de la guerra en Ucrania y el acoso ruso sobre la península de Crimea dejaron de hablar todos los medios al unísono. Aquella parte del globo ha desaparecido para los telediarios y las redes sociales: sencillamente se ha esfumado. Resulta curioso que precisamente hoy, 7 de septiembre, el Telegraph saque la noticia de que Rusia podría estar construyendo una base militar en... Siria.
Pero sigamos...
El Estado Islámico se ha pasado dos años degollando periodistas, crucificando niños, violando mujeres, reventando patrimonio histórico y ampliando su territorio al mogollón. Los gobiernos están todos de acuerdo: es inadmisible. Y ya. Nada más. Fin.
Aceptando como anecdótica la doble matanza de turistas en Túnez (ay, esa primavera árabe qué mal lleva los veranos), en Europa optamos por un entretenimiento estival llamado Grecia. Un gobierno que iba a romper con el FMI, la Troika y el euro, que nos iba a demostrar a todos que otra vida es posible después de la señora Merkel, nos ha tenido in albis hasta que su propio presidente le acabó haciendo la cama (y de qué manera) a todos ellos y apuñalando (o quizás salvando contra su voluntad) a su pueblo. Una gran cortina de humo que ha quedado en la más absoluta NADA, pero que ha marcado un antes y un después en la llegada de refugiados sirios a través del Egeo, como veremos después.
Vayámonos antes al otro lado del mundo y hablemos de las singularidades de China, el mayor exportador, el mayor consumidor y el dueño de las mayores reservas de oro, dólares y euros del planeta, que si a su gobierno le diese por venderlo todo de golpe por un kilo de patatas nos arrastra al cataclismo en menos de lo que dura un parpadeo y alicata Irlanda de norte a sur.
-11 de agosto: China devalúa su moneda y provoca un desplome bursátil controlado.
-12 de agosto: la explosión misteriosa de Tianjin.
-17 de agosto: Segunda devaluación del yuán.
-22 de agosto: Explosión no menos misteriosa e inexplicada en Shangdon.
-22 de agosto: Corea del Norte amenaza a su vecina del sur y se ponen al borde de la guerra. Hacen las paces en un par de días.
-22 de agosto: En una base militar de los Estados Unidos a las afueras de Tokyo también hay una explosión no explicada que se lleva por delante la vida de varios militares (¿atentado? ¿acaso se nos ha ocurrido pensar alguna vez que China pueda tener servicios secretos?)
-22 de agosto: Se anuncia por sorpresa que la OTAN va a realizar unas maniobras denominadas TRIDENT JUNCTURE (el nombrecito se las trae). 30.000 militares de 30 países, 20 de ellos de la OTAN, jugarán a la guerra en distintos escenarios europeos, la mayor parte de ellos en la Península Ibérica (no en balde dos años antes se había llegado a un acuerdo para convertir la base de Rota en Cádiz en la principal base marítima norteamericana del Mediterráneo). Todo muy normal. Lo que dio de sí el 22 de agosto...
-24 de agosto: Caída de la bolsa china desde el exterior y efecto dominó en el precio del petróleo. El FMI se lleva las manos a la cabeza y las economías de los países productores se ven "tocadas". Rusia guarda silencio (¿Crimea?), Venezuela comienza a salir en la prensa con sus desabastecimientos y la expulsión de ciudadanos colombianos... ¿Acaso la vuelta de Irán al panorama de países exportadores de petróleo no afecta al barril de crudo? ¿Y los saudíes no tienen nada que decir?
-24 de agosto: Marines de los Estados Unidos (que pasaban por allí) evitan un atentado en un tren que iba de Holanda a Francia (un señor que se había subido con una AK-47, munición y varios chismes de esos que pasan desapercibidos).
-Finales de agosto: problemas en el Eurotúnel, que se convierte, por primera vez en 21 años, en un coladero de inmigrantes ilegales hacia el Reino Unido (¿cómo atravesaron Europa sin ser vistos?)
-7 de septiembre: otra explosión en una fábrica del Este de China.

Lo de los marines americanos que coinciden en el tren con el de la AK-47 me resulta llamativo. Desde los atentados terroristas de Atocha, aquí para subirse a un tren de larga distancia tenemos que pasar los equipajes por una máquina de rayos-X. No sé si alguien se habrá preguntado por qué el equipaje nada más, cuando las pistolas se suelen llevar debajo de la chaqueta y los explosivos (si lo sabrán en Israel) pegados al cuerpo con cinta americana; ni por qué en los trenes de larga distancia, cuando los atentados del 11-M fueron todos en trenes de cercanías; ni por qué los controles en la estación de partida, cuando es tan sencillo obviar la estación de Cartagena y subirse al Talgo en Torre Pacheco 10 minutos más tarde, donde nadie te va a controlar absolutamente nada, que ni siquiera el revisor ha pasado por tu asiento a romperte el billete con los dedos. Pero en fin, los españoles somos así.
Y llega septiembre y con septiembre la eclosión del éxodo sirio hacia Europa. Mira que habían tenido 4 años para entrar al mogollón, pero hasta ahora siempre habían sido embarcaciones fletadas en Libia. Sin embargo, desde que el 28 de julio acepta ceder sus bases militares a los Estados Unidos para hacer incursiones aéreas (y allí siguen), Turquía se convierte en el tránsito preferido del éxodo sirio.

Y por fin nos despertamos un día horrorizados con la imagen del niño muerto en la playa y la contemplamos como si fuese el primero. Espantoso. Llega el clamor. Ya hay revulsivo social. Si alguien tenía la más mínima duda de que había que apoyar a toda costa a los refugiados sirios (ya no son inmigrantes ilegales), la incógnita está despejada. Europa tiene dinero para acoger el tiempo que sea necesario a esa pobre gente. Todos los europeos nos estamos peleando como locos para ver quién es más solidario y mejor persona: para ver quién se parece menos a ese chiflado de Donald Trump que va por ahí diciendo que los hispanos contagian enfermedades, violan  mujeres blancas y ponen en peligro la democracia.
¡Pero si hasta la señora Merkel resulta que tiene corazón! (tal vez no era tan mala como la pintaban o quizás sea peor de lo que creemos).
Y, claro, lo que tenía que pasar: comienzan los bulos por las redes sociales advirtiendo que mucho cuidado porque los sirios son, ante todo, musulmanes (igual que los integrantes del Estado Islámico ¡DEL QUE HUYEN!) y que les estamos abriendo las puertas de nuestras casas y dejando la llave debajo del felpudo. Incluso el dislate de que no se están refugiando en países árabes, que todos vienen a Europa. No sabía que Jordania y Turquía, las naciones que más refugiados cobijan, fuesen parte de Europa, ni que los avezados intérpretes de la catarsis desconociesen hasta tal punto el mapamundi como para obviar que para llegar a Arabia Saudí, los sirios tienen que atravesar el Estado Islámico del que huyen y nada menos que las pacíficas tierras de Irak. También he oído que los refugiados no quieren saber nada de las cajas que llevan inscrita la Cruz Roja. Bien, hasta donde yo sé, más allá del Bósforo esas cajitas llevan dibujada una media luna. En cuanto a si en Grecia, Hungría o donde sea rechazan las cajas en cuestión... habrá primero que preguntarse qué bulos habrán corrido por esas masas aterrorizadas que ya no confían en nadie y que aparecen cocidas en camiones abandonados como si fuesen ganado. El miedo es poderoso y hace que creamos muchas tonterías (si lo sabremos nosotros) ¿Y qué es un prejuicio si no un tipo de miedo sofisticado?
Sin embargo, algo de razón podrían tener los advertidores: ¿habrá infiltrados del ISIS entre tanto sirio hambriento? 
A mí me parece una mamarrachada. "Mamarrachada" es un adjetivo que procede etimológicamente del sustantivo "mamarracho", palabra que define al adminículo con forma de trípode con cartelón del que se servían los ciegos para ilustrar las historias que recitaban en las plazas de los pueblos a cambio de unas monedas (todo esto antes de que existiese el Cupón de la ONCE). ¿Qué quiero significar con lo de mamarrachada? Pues que en España sabemos perfectamente que somos exportadores, al igual que Inglaterra y Francia, de combatientes del Estado Islámico desde mucho antes de que esas pobres gentes viniesen azoradas a llamar al timbre de nuestras concertinas.
Y llegados a este punto uno se pregunta qué sucederá el próximo 7 de noviembre, cuando la operación Trident Juncture haya culminado y los militares de las principales potencias occidentales estén ya listos para el combate y con la testosterona desbocada.
La gente de bien (no confundir con "gente bien", que no es lo mismo maullar que mayar) que conforma el pueblo llano (soberano en tiempo electoral) ya tiene el miedo en el cuerpo y la solidaridad en el corazón. La arcilla de nuestras voluntades ya está maleada y ha adquirido la forma idónea para que, el menor desastre en suelo europeo (tal vez una cadena de desastres, a cual más bestia que el anterior) nos predisponga a favor de que nuestros gobiernos hagan lo que sea necesario para aplastar al Estado Islámico, ése que nació en la cárcel de Abu Ghraib cuando un grupo de garrulos desquiciados fueron puestos en libertad tras casi una década de torturas diarias por parte de soldados americanos que se hacían selfies con ellos y se mondaban de la risa que ni Disneylandia.
Y digo yo que algo tiene que tener la administración Obama para que su presidente comenzase el mandato recibiendo el Premio Nobel de la Paz antes de haber comenzado a hacer política. ¿Será Obama un Rotschild disfrazado?
Algo ha estado ocurriendo en los últimos años cuando incluso nosotros, en plena crisis, hemos doblado el gasto militar sin que lo sepa la ciudadanía.
Lo que está claro es que en toda guerra, y esto es una guerra en toda regla, todo combatiente tiene un arma secreta. Mis sospechas son que el arma secreta somos nosotros mismos una vez más.
La respuesta nos la dará el calendario a no mucho tardar. De momento el primer ministro francés, que curiosamente se apellida Hollande, ha anunciado que van a hacer incursiones aéreas en Siria para planificar bombardeos (se conoce que los satélites espías están vigilando osos en el Ártico).
Mientras tanto, la gente se solivianta fácil (y mucho más cuando descubre que para los refugiados en España hay albergues con habitaciones de baño individual ofrecidos por los ayuntamientos mientras llevamos 6 años de ejecuciones hipotecarias que están dejando a los nuestros en la más absoluta indigencia y hambruna).
Las redes sociales, adictivas, los teléfonos móviles inteligentes (que son como la heroína pero en barato) ya nos han puesto hiperglucémicos, que ni siquiera los veganos se relajan cuando se les pregunta qué opinan sobre los pajaritos que mueren en los campos donde se siembra el cereal para que no se merienden el grano que luego sustituirá a las albóndigas de carne.  Quizá nos falte vitamina B12 y nos sobre azúcar. Quizá sea  todo metabólico. ¡Más smartphones!
Estamos llegando al final de la cuenta atrás en Europa.