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viernes, 22 de mayo de 2015

GÉNESIS DE UNA OBSESIÓN: LA FELICIDAD VACANTE

Siempre que he ido a París, salvo en una ocasión, he visitado el cementerio de Père Lachaise, con o sin girasol en mano, para presentarle mis respetos a la tumba de Oscar Wilde. Así llevo años y años. Para mí su literatura es tan eficaz, auténtica, brillante y genuina que lo tengo por un referente esencial en mis lecturas junto a Cervantes, Quevedo, Shakespeare, Maupassant, Chateaubriand, Byron o Dickens. He sido y soy un apasionado de Wilde, lo admito, como también de otros cadáveres exquisitos que yacen en el sacro suelo de aquel camposanto en el que desearía, cuando mi kâ ya esté en la interfase, fuesen esparcidas mis cenizas o, siquiera, algún hueso aunque sea la muela del juicio que me queda, si es que me queda para entonces (si no puede ser, pues tampoco pasa nada).
El caso es que mi devoción por el dramaturgo llegó a tales ímpetus que decidí escribir un trabajo, novela o ensayo, sobre su vida y milagros desde que abandonó la prisión de Reading Gaol hasta su muerte en París, pues me resultaba una etapa altamente interesante y desconocida. No lo hiciera: en mi obsesiva búsqueda de documentación y estudio comenzaron a aparecer cosas que no me cuadraban; más y más cada vez. Y ahí quedó la carpeta con las iniciales O.W. junto a otras dos que quizás, tal vez, quién sabe, acabarán algún día cuajando en proyectos si llegado el momento apetece. El caso es que estuve acumulando folios y más folios, fotos, datos, apuntes y anotaciones sobre la biografía del defenestrado autor que, de algún modo, cuestionaban más y más lo que sabía o creía saber de él.
En 2012, agotado tras perpetrar mis manuales de Historia de las Españas y Europa: origen y sentido, opté por airearme el cráneo acometiendo la elaboración de esa obra que ya me obsesionaba como un amor no correspondido. Y ahí comenzó todo...
Un estimado amigo lleva años diciéndome que yo en eso de documentarme soy una especie de Stanley Kubrick, siempre rayano en lo obsesivo, porque no admito deslices, porque busco hasta el más mínimo detalle meteorológico o geográfico para no meter la pata y me suelo poner furioso si luego descubro que se me ha escapado algo y he caído en anacronismos. Supongo que esto es debido a que escribo para mí, para aprender yo, y luego comparto (eso y que a uno le tira mucho lo que aprendió en la fácul).
El caso es que, cuando me puse a ello, descubrí de sopetón que eran demasiados los datos contradictorios con "la versión oficial" como para afrontar lo que me proponía tal y como lo había pensado: el argumento que tenía en mente se diluía... y mucho.
Y la cosa no era fácil, porque yo estaba contaminado por la leyenda. Autores patrios, películas ocasionales y ese extraño y desconcertante halo que rodeó siempre al personaje me contaban cosas que, contrastadas, no encajaban en absoluto con los datos objetivos a poco que se hurgase en el meollo de la cuestión. Podía haber recorrido el camino fácil y haberme documentado con las biografías más recientes que aparecieron en Gran Bretaña para celebrar la onomástica de su fallecimiento, siempre exaltando al sujeto; pero eso habría sido engañarme a mí mismo: yo quería aproximarme a la verdad y no estaba ni de lejos pensando en ganar dinero con un libro (de hecho nunca lo vi comercial).
Entonces fue cuando tiré de mi lado esperpéntico y caradura. Comencé a remitirle correos electrónicos a asociaciones, universidades, clubes e instituciones (a veces recurriendo a todo tipo de triquiñuelas) para que compartiesen conmigo su información. No me arrepiento: mi osadía dio unos frutos insospechados. De este modo me encontré "parajódicamente" (que diría Cela) con el silencio absoluto de lord Gawain Douglas, que en las redes sociales defiende a capa y espada la memoria de su tío abuelo, lord Alfred Douglas, no sin pocas lamentaciones, pero que sin embargo hizo oídos sordos a mis requerimientos de información sobre su pariente. También traté de contactar con los familiares de Sheyla Colman, esposa de Edward Colman y albacea última de los derechos de Alfred Douglas, pero sin obtener respuesta alguna por su parte (luego supe que habían negociado con una autora inglesa para que escribiese una biografía de Douglas. It's Ok, no problem). Cuando supe que sir Donald Sinden todavía vivía traté de localizar a sus familiares, pues me interesaba mucho el testimonio de aquel actor británico que, cuando era un adolescente completamente desconocido, se había plantado en el domicilio del depauperado Douglas para presentarle sus respetos a la antigua usanza. Gracias a tal audacia, éste había conocido a los Colman, quienes cuidarían de él en sus últimos meses de vida en la granja de Old Monks y, para más inri, el propio Sinden fue una de las dos personas que dijo algo en el funeral del amante de Wilde, allá por marzo de 1945. Pero nada de nada. Sinden falleció en 2014.
Sin embargo la sorpresa mayúscula llegó el 25 de diciembre de 2013. Lo último que yo podía esperar ese día de Navidad era la llamada de un tal Lucian Holland, residente en Oxford, quien tras leer el mail que le remití, había persuadido la noche anterior a su padre, Merlin, para que entre ambos me facilitasen de algún modo la información requerida sobre Oscar Wilde. Intuyo que a Lucian, al tener más o menos mi edad, le cayó simpática la idea y supo persuadir a Merlin, un señor que lleva décadas reivindicando la figura y memoria de Oscar Wilde, para que me diesen algunas migajas. ¿Quiénes eran los Holland para interesarme tanto?
Cuando Wilde se vio inmerso en el terrible escándalo que lo llevó a prisión, su esposa, Olive, en sus dos únicas visitas a Reading, le pidió el divorcio exigiéndole además la renuncia a la custodia de sus dos hijos varones. Después se desentendió relativamente de su marido y se marchó a vivir a Suiza, donde dejó a los vástagos en un colegio de jesuitas y adoptó el apellido de Holland, muy distante del suyo de soltera: Lloyd. Pasó el tiempo y la ex de Wilde falleció antes que su marido cayendo por las escaleras de su domicilio en Londres. Sus hijos estaban por aquel entonces en Marsella, en otro internado jesuita. El mayor, Cyril, falleció años más tarde en el frente durante la Primera Guerra Mundial. El segundo, Vyvyan, acabó de corresponsal de la BBC en Nueva Zelanda y luego pasó a Australia, donde tuvo con su segunda esposa un hijo, Merlin, que conservó el apellido Holland. Merlin es, pues, el nieto de Oscar Wilde y Lucian su bisnieto.
Como resultado de este afortunado encuentro, Lucian creyó que mi intención a finales de 2013 era escribir una hagiografía de su pariente, pero ya por aquellos entonces mi objetivo era otro bien distinto: Alfred Bruce Douglas. En aquellas fechas yo tenía muy claro que para entender al primero había que descifrar al segundo (y en ello estaba). Afortunadamente, y merced a la generosidad de los Holland, he tenido acceso visual a través del bendito internet a un sinfín de manuscritos, cartas, postales y fotografías inéditas (parte de las cuales están siendo este año publicadas por la universidad de Oxford) que narran verosímilmente una relación de amistad y algo más entre dos genios de la literatura, uno eclipsado por otro. Y si en un eclipse la gente suele mirar al sol, yo me decanté por la Luna. El lado oscuro del eclipse es siempre el más revelador, o eso pensaba yo hace dos años, y no me equivoqué (creo), porque sigo en mis trece.
Descubrí así y en su plenitud, a Bosie, y en él su genialidad. Encontré el talento de un genio convulso y discreto. Hallé lo que no podía imaginar: un intelectual antagónico y complementario que se vio envuelto en un juego de azares y oscuros tentáculos de viciosillos victorianos que, por edad, la historia lo defenestró aún más que al bendito Oscar Wilde.
Su biografía no tiene desperdicio. El triángulo amoroso en el que se vio envuelto y los tejemanejes de Robert Baldwing Ross fueron letales para él, pues arruinaron su vida. Y, sin embargo, aunque murió cuajado de deudas y sin un penique en el bolsillo, sus coetáneos lo recuerdan como un viejecito afable, sumiso, de buen humor, irónico y muy sabio en lo literario, así como un gran analista de la actualidad política de su tiempo. Íntimo amigo de George Bernard Shaw, quien lo calificó como el mejor escritor de sonetos desde William Shakespeare (ahí es nada), Douglas, como todo genio, fue un hombre contradictorio, atormentado y, para mi sorpresa, con un sentido del humor desternillante.
Y fue así como Wilde me llevó a Douglas para descubrir a Wilde. Mi admiración por Oscar pasó a convertirse en el más sincero reconocimiento hacia Alfred, verdadera clave para entender qué es lo que sucedió en realidad entre ambos.
No puedo afirmar sin mentir que he estado tres años escribiendo esta novela. En absoluto. Con la tranquilidad y meticulosidad de un alquimista en su atanor, pues no había prisa, me he dedicado a leer recortes de prensa, estudiar las actas de los juicios de Oscar, el marqués de Queensberry y su hijo Alfred, consultar la correspondencia entre ambos y de ambos con terceras personas y, bueno, leer un sinfín de trabajos de la época sobre todos los personajes que aparecen en LA FELICIDAD VACANTE (hasta el perro). Unos me llevaban a otros, y así fue como descubrí a los Colman, Edward y Sheyla, al joven Sinden, quien, tras sustituir a su primo en una función amateur en Brighton, acabaría por convertirse en un grandísimo actor de la escena británica. Deconstruí al misterioso Robert Baldwin Ross, quien duerme encima de Oscar en el mausoleo que el escultor Epstein hizo en Père-Lachaise para ambos (poca gente sabe que cuando se pinta los labios y pone su beso en la base de la esfinge, en realidad están besando las cenizas de Robbie). Mucha, ha sido mucha la información que ha pasado por mis manos y muy larga la lista de agradecimientos que tengo que elaborar, empezando por mi querido Miguel Ángel Mián Ros por su magnífica portada y la paciencia y generosidad que siempre me dedica.
En este momento la obra está finalizada y comienza el proceso de corrección de estilo y revisión del texto. Lo importante para mí es que creo que en ella el lector va a escuchar de la propia voz de Douglas (y cuando digo "de la propia voz" me refiero "a su verdadera voz") una biografía que son dos y que lo es también de una época: la del tránsito de la sociedad victoriana al calamitoso y beligerante siglo XX. No es una novela histórica, ni de amor, tampoco una falsa autobiografía, ni una obra epistolar, ni siquiera una pieza costumbrista... pero es todas esas cosas al mismo tiempo. Y estoy muy satisfecho porque he logrado darle un formato ágil que no hará tediosa su lectura (por un instante temí irme a más de trescientas páginas y no quería eso).
Ahora lo que me gustaría es compartir con los posibles lectores parte de toda esa información para que se familiaricen con todos los personajes. Para ello he creado un perfil en Facebook donde podrán acceder a fotografías inéditas, datos curiosos y, cómo no, a algún que otro fragmento de la novela para ir abriendo boca. Para visitar dicho muro pueden pinchar AQUÍ.
Espero que en pocas semanas la novela comience a visitar las estanterías de quienes ya llevan tiempo preguntándome por ella. También tengo que añadir que habrá sorpresas este año que irán mucho más allá de esta obra. Ahí lo dejo.

lunes, 4 de mayo de 2015

MI AMIGO SERGIO

(Con motivo del fallecimiento hoy, 4 de mayo de 2015, de mi entrañable amigo Sergio Agustín Sánchez, recupero la entrevista que perpetramos juntos en abril de 2014 como homenaje. Descanse en paz.)

Estudió Bellas Artes en Madrid y su doble nacionalidad le ha permitido vivir a caballo entre España y Chile. Personaje sensible, intelectual cansado, luchador nato, se ha enfrentado a la vida con el mismo humor y dignidad con el que ha tenido que afrontar la muerte, la enfermedad y el rechazo. Hoy vive muy cerca del Faro del Fin del Mundo con su madre, su perro y su pancreatitis. Lejano y sin embargo vecino, las redes sociales nos juntaron un día y desde entonces decidimos una amistad de 12.000 kilómetros que nos mantiene en contacto diario merced a la velocidad de la luz, que es la velocidad del ADSL por muchos parches que le pongan las compañías telefónicas para vendernos sus tarifas. Mi rechazo a la homofobia y su activismo reivindicativo fueron el germen de esta entrevista, que no hubiera sido posible sin las altas dosis de generosidad que Sergio derrocha cada día.
Le imagino ahora mismo leyéndola mientas acaricia afectuosamente a Bandido, su perro, cobijados ambos del frío exterior junto a una mesa llena de medicamentos que ojalá no necesitase. Os presento a Sergio Agustín.

¿Tiene cura la HETEROSEXUALIDAD?

Si partimos de la premisa que no es una enfermedad, si no mas bien, una condición, pues concluimos que no la tiene. Se puede vivir muy felizmente siendo heterosexual.

Sin embargo, hasta hace muy poco la homosexualidad sí que se encontraba en la lista de enfermedades de la Organización Mundial de la Salud. Hoy día existen aún en diversos países clínicas o gabinetes psicológicos que prometen curarla. En España incluso hay obispos que opinan que podría ser contagiosa. ¿Cómo llevas tu enfermedad? ¿Cuáles son los síntomas? ¿Has hecho algo para superarla y recuperar la salud?

Ja,ja,ja ¡Me parto! Si hablamos de enfermedad, tendría que decir que es asintomática. Lo llevo estupendamente pues no estoy enfermo, créeme. Esto es como decir que un pelirrojo es un enfermo; serán minoría, al igual que los homosexuales, pero desde ningún punto de vista, están o estaremos enfermos.

Vamos, que lo tuyo no tiene arreglo...

Soy feliz con mis características y condiciones, y con ellas quiero vivir la vida hasta el último minuto.

En España hay un obispo que dice que desde el Estado se ha animado a los jóvenes a experimentar la homosexualidad y a frecuentar "clubes de hombres nocturnos" (SIC). Otro obispo manifiesta abiertamente que el sistema educativo anima a los niños a explorar su lado homosexual. ¿Está obsesionada la Iglesia con los niños o con los homosexuales?

No sé si la Iglesia esta obsesionada o no con los niños y los homosexuales; sí siento su molestia e incomodidad con el tema, también logro darme cuenta del miedo que les provoca el que los jóvenes experimenten su lado homosexual, simplemente porque esto desmitifica, echa por tierra los tabúes que tanto les ha interesado mantener por siglos. Siento que para la Iglesia es otra batalla perdida: una vez que los jóvenes experimentan, pierden el miedo y deja de ser tema para ellos.

El Día del Orgullo Gay es un carnaval en el que un montón de locas hacen el ridículo, se emborrachan en público y alteran el orden público ofendiendo a la familia. ¿Qué me dices a eso?

Sólo puedo decir que me parece que quien se refiere así al día del orgullo gay, está parcializando, está viendo de forma periférica ese día. Es mucho mas amplio que eso y por ello tiendo a ignorar ese tipo de reflexiones, mas bien creo que en muchos lugares del mundo donde se puede celebrar, es o tiene un carácter reivindicativo. Los que se ofenden, que no veo por qué, pues que se informen. La familia es mucho mas amplia que el concepto de papá, mamá e hijos; no veo que dos personas del mismo sexo besándose pueda ofender a alguien.

Borrachos... bueno también los heterosexuales lo hacen, así como besarse en publico. Creo que este es un día para visualizar aquello que un mundo judeocristiano condena y pretende ignorar.

Ya, pero ¿por qué crees tú que hay tantos heterosexuales obsesionados con la homosexualidad?

Principalmente por razones culturales, que podemos ver en dos esferas: la religiosa, y el machismo; ambas pueden coexistir en una misma persona.
El sexo en la cultura judeocristiana, fue tratado como un tabú. Cuando las religiones comenzaban, su misión era potenciar la heterosexualidad; con estigmatizar la hosexualidad creían conseguir que sus pueblos fuesen mas fecundos y así mantener su sangre, su etnia.

El machismo va de la mano de la idea de la demonización de los homosexuales, dado que la virilidad estaría en juego al tener una relación sexual con un par, de la misma forma en lo que a sentimientos se refiere.

¿Es tan relevante lo que sucede dentro de un dormitorio para quien no está en él?

No es nada relevante lo sucede en el dormitorio, me parece que aquí convergen aspectos como una morbosidad y una suerte de especulación maligna dada por una ignorancia en materia sexual. Y ciertamente se suceden los factores antes mencionados: religiosos y machistas.

Recuerdo que en Madrid la madre de un novio mío me preguntó de forma directa y nada íntima (pues íbamos con mas gente en el coche): “Sergio, ¿qué eres en la cama?, ¿"hombre o mujer"?” Obviamente no respondí, y su siguiente pregunta fue: “¿y cómo lo hacéis cuando os confesáis?”. Claramente ella daba por hecho que eramos católicos...

Como dije antes, no es relevante, para nada; ¡pero cómo molestan este tipo de impertinencias en el momento que las vives! Luego ya, con el tiempo, te ríes de todo lo oscuro que hay tras una pregunta...

Salir del armario es una mala traducción del inglés. En realidad se sale del vestidor. ¿Has estado alguna vez en un armario? ¿Crees que es necesario salir de él? ¿Son necesarios los armarios para guardar algo que no sea ropa?

Son necesarios hasta que tomas conciencia del encierro donde vives, te das cuenta de que el aire está pesado y de que no puedes más con esa situación. Es necesario salir del armario por poder tocar la libertad.

He estado, he vivido en el armario... hasta que percibí mi encierro.
No creo sin embargo que sea una mala traducción: nunca lo vi como un fastuoso vestidor,  sino más bien como un lugar estrecho, incómodo e irrespirable.

El escritor kenyano Binyavanga Wainaina dijo recientemente que al salir del armario se ha convertido en un ciudadano real. ¿Qué opinas?

Me parece que tanto dentro del armario como fuera de él eres real. Tal vez estando fuera se le pueda dar la connotación de "ciudadano". Ciertamente son más las garantías que se tienen estado "fuera"; el plantar la cara y decir "esto es lo que soy", da un valor añadido, otorga sin duda alguna una seguridad que traspasa los limites de uno y se proyecta como una luz que se arroja sobre cualquiera que se aproxime. Esto produce con los años mucha comodidad y tranquilidad, pues tanto para tu familia como para los amigos y cercanos te haz convertido en alguien "real" una vez que haz decidido salir y contar lo que eres, dejando de ser alguien difuso, a medias, sino por fin tal cual, sin maquillajes ni pantallas. Por otro lado, el descanso de verse uno en el espejo de los ojos de los demás tal cual se es no sólo resulta gratificante, también produce un sentimiento de transparencia con uno mismo.

Es liberador en cualquier caso. Creo que este Sr Binyavanga, tiene toda la razón: salir del armario te convierte en un ciudadano real. Toma tiempo, sí, y cada cual tiene los suyos. Pero quiero añadir que nadie, desde ningún punto de vista, puede sacar a otro del armario, pues es de una violencia inconmensurable y de un cobardía atroz.

¿Qué se siente cuando un desconocido lo llama a uno "maricón de mierda" en los albores del siglo XXI?

Impotencia, rabia, agobio... La primera porque no ves a priori cuáles son sus motivaciones; estoy hablando desde lo emocional: por qué tiene tanto odio, por qué ese miedo le sobrepasa hasta el punto de humillar. Rabia porque, en medio de un mundo avanzado, me tengo que enfrentar a alguien que está parado en la Edad Media. Y agobio: una vez más soy víctima de una cultura intolerante; una cultura que por ignorancia me condena y humilla públicamente. Cabe señalar que cuando mas molesta y duele es cuando viene de tus seres más queridos

Tal vez es, en lo esencial, la no aceptación lo que más te remueve por dentro; el que te hagan sentir que no eres un par o un igual humanamente, socialmente y en muchos casos, legalmente.

¿Te has planteado alguna vez formar una familia?

Claro que sí. Desde muy joven la idea de tener una familia, ha sido connatural a mí. Hubo intentos. De hecho ha habido en mi vida dos hombres con los cuales conviví por más de siete años. Uno de ellos se marchó y el otro falleció. Con los dos me hubiera gustado poder casarme.

Ya que lo mencionas, háblame del matrimonio

He de confesar que de joven estudiante madrileño mis sueños de casarme se estrellaban contra una pared que ponía un "NO" rotundo. Eran otros tiempos y muy pocos se atrevían a soñar. Tenía yo tantas cosas en mi cabeza por aquel entonces... vivía en el armario de lunes a jueves: los viernes en Malasaña, "El Figueroa'" alguno más... y cerca de casa el "Black and Withe”. Toda esa loca cultura de aquellos años me desfiguraban la idea del matrimonio. Poco a poco, con la edad, la idea se fue volviendo mas sólida; tanto social como legalmente el matrimonio parecía un sueño posible, y así mi pareja (el que murió) y yo sentíamos que lo podríamos alcanzar: sólo era cuestión de esperar... Hoy día, aun estando solo, creo firmemente en esa posibilidad.

¿Y tener hijos?

En lo que se refiere a los hijos, he de decir que no es una espina clavada en el corazón, es una espada que atraviesa todo mi ser. El no haberlos tenido es de las cosas mas difíciles de aceptar.

¿Tanto te duele no haber vivido la paternidad?

Cuando tenía 23 años, una amiga estudiante al igual que yo me pidió que fuésemos a recoger a un peque que ella cuidaba por las tardes. La acompañé a un jardín de infancia en el barrio de Salamanca, cerca de casa. Era una tarde soleada de otoño. Llegamos al antiguo y señorial portal, allí dabas el nombre del niño y salía alguna ayudante con uno o un par de pequeños; era la típica escena de madres y padres charlando y esperando a sus hijos. De pronto me fijé en uno en especial, aun lo recuerdo. Tenía el cabello castaño y rizado, unos ojos grandes y un ligero sobrepeso. Apareció manchado de pintura y con una cartulina llena de colores, movió su cabeza y ojos buscando y por fin encontró a su progenitor. Se le iluminó la cara y al padre también. Se abrazaron, el niño no paraba de besarle, una y otra vez; le dejó el rostro lleno de babas. A mí se me llenaron los ojos de lágrimas. Disimulé como pude, pues casi no podía hablar: por dentro me había derrumbado de forma catastrófica. Era la segunda vez en mi vida que me desmoronaba. Me decía: " Esto jamás me sucederá a mi". Estuve mal unos ocho a diez meses, una depresión fuerte, me refugié en mi pintura y estudios. Duele, sí, y sigue doliendo y sangrando. Aprendí a caminar con esa ausencia en mis días.

Siempre se puede adoptar. ¿Nunca has sentido la tentación de adoptar un niño aunque no tuvieses pareja?

No siempre se pudo.

Cuando no se podía, mi madre, que en ese entonces, hace ya 15 años, era una autoridad, me ofreció hacer una adopción legal (un pelín rarilla). Por aquel entonces yo había sobrevivido a mi primer cáncer y hubo tres factores que me hicieron desistir: el primero la intención de mi madre, que estaba mas preocupada por la imagen que yo proyectase de "hombre soltero y treintañero"; segundo, como mencioné antes, había tenido un cáncer, y tuve que decir que no. Fue otro momento duro, pues me enfrentaba a renunciar a la felicidad de un hijo y por otro lado a la no aceptación una vez mas de mi propia madre. En ese aspecto sentí que ya la puerta se había cerrado para siempre, el sentimiento fue desgarrador...

¿Es fácil ser gay en Chile?

En mi experiencia, muy difícil.

Hay dos aspectos que ejercen una influencia tremenda sobre los chilenos: el catolicismo y el machismo brutal que convive con esta cultura pseudo-europea de los chilenos. El catolicismo tiene una fuerza increíble sobre la población así como sobre la política. A pesar de que Iglesia y Estado estén separados desde 1925, los fieles chilenos son muchos y con una media en edad de unos 35 años, con un porcentaje muy alto en la clase media y alta, por lo tanto lo que dice la Iglesia pesa mucho en la cultura de este país.

La vida para mí en Chile resultó ser muy difícil pese a mi profesión (Bellas Artes), donde en general suele ser mas liberal el ambiente. No fue así, todo lo contrario; mis primeras experiencias laborales en este país chocaban contra la pesada puerta de lo "tradicional", de personas que, si bien eran cultas, estaban llenas de prejuicios. Alguna vez llegue a escuchar "los maricones tren mala suerte en las exposiciones". Salir adelante en este país requiere de un esfuerzo muy grande. Mi experiencia como gay aquí ha sido dura en todos los aspectos, desde la falta de apoyo de mi familia hasta con los propios homosexuales, muchos de los cuales no toleran que un individuo del mismo colectivo se encuentre fuera del armario y llegan a rechazarte en sus círculos, además de sufrir el rechazo de posibles parejas. Esto también sucede dentro del grupo de las amistades heterosexuales; me ha pasado muchas veces que las parejas de mis amigas, cuando hay un encuentro, sus novios o maridos, conociéndome, me dan de lado, me ignoran, tal vez porque consideran que no soy lo suficientemente hombre para sus conversaciones. 

No quiero con esto decir que Chile sea terrible para los homosexuales, pero claramente el nivel de homicidios es muy alto en mi colectivo, así como el de suicidios de jóvenes por la discriminación. Hace poco se aprobó la "Ley Zamudio" que viene a castigar cualquier tipo de discriminación, especialmente las que sufren las minorías sexuales. Es notable el esfuerzo que se ha hecho para obtenerla, pero aun así prosperan los crímenes y agresiones contra de los gays. He tenido mucha suerte al no haber sido objeto nunca de una agresión física y sí sólo de orden psicológico, si bien éstas ultimas me causaron un daño profundo y sólo con la ayuda de un profesional y mi fuerza interior pude salir adelante.


¿Mejor España?

Mi experiencia en España, es totalmente opuesta. Allí me sentí en libertad para salir del armario, sin problemas de acogida entre mis compañeros de estudios, de trabajo, o inclusive de mis jefes. Y si hubo barreras las puse yo, seguramente era la mochila que traía a mis espaldas de Chile. Nunca, desde ningún punto de vista, nadie se ofendió por mi presencia o le molestó que fuese gay.

Me he desenvuelto en muchos ambientes, tanto sociales como laborales y si a alguien no le gustó mi condición, jamás lo noté. Cabe señalar que ha sido tan grata mi experiencia en España, que fue ese el país y no otro el que escogí para salir del armario. Posiblemente en Chile ni lo hubiese intentado y hoy tendría un profundo sentimiento de fracaso. También he de señalar que mucho tiene que ver con Madrid y no con los pueblos de la España profunda, claro.

Otra cosa que quiero destacar es que también he vivido y trabajado en el País Vasco y nunca me costo integrarme tanto socialmente como laboralmente y mucho menos con los demás gays.

¿Qué es el miedo y a qué le tienes miedo?

El miedo es aquello que nos paraliza, nos aterra y no nos permite proseguir nuestro camino, interrumpe y nos hace aun mucho mas vulnerables. Ahora bien, si nos fijamos, son muy pocas las cosas reales que se puedan considerar verdaderamente paralizantes, como un terremoto, que provoca la eminente presencia de la muerte. Eso es real. Pero también están los miedos que yo llamo fantasmas, es decir, aquellos que no son reales pero que tienen todas las características de un terror auténtico, aunque su consistencia sea puro humo. Son aquellos que por nuestras inseguridades se nos presentan e igualmente nos paralizan.

¿Eres feliz?

Sí, me siento feliz. Feliz de vivir, de conocer a quien conozco, de la alegría que es el constante encuentro con mis amistades, de todo el amor que he recibido en mi vida y, sin duda, del que yo haya podido entregar. Haberme enamorado en diferentes etapas de mi vida me ha hecho feliz. Todo cuanto me ha entregado la vida me ha hecho feliz.

¿Te ha dado la vida lo que esperabas? ¿Le pedirías algo más?

Claro que le pediría más a la vida, mas de todo y de lo mismo que he vivido hasta ahora; y es que me considero insaciable de lo que la vida me ha entregado. Si la vida me dio lo que esperaba, no lo sé; pero me dio y mucho en todos los aspectos y con eso me considero satisfecho.

¿Has cruzado ya tu Cabo de Hornos?

Un par de veces o más, y lo haré las veces que sea necesario, contra las olas gigantescas o los vientos ensañados y bajo las lluvias interminables, que son las lágrimas de la vida de uno. Incluso a pesar de las corrientes, tan fuertes que parecen llevarte sin rumbo.  Sólo es allí donde uno tiene que tomar el timón de su vida.